LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Los avances tecnológicos y el fortalecimiento de Europa por medio de sus imperios coloniales hicieron del primer enfrentamiento mundial cualquier cosa menos una “gran guerra”. El conflicto se inició con el asesinato del heredero al trono austro-húngaro, el archiduque Franz-Ferdinand, en Sarajevo en 1914, pero pronto se amplió a Europa y Oriente Medio: Alemania, Austria-Hungría y Turquía contra Gran Bretaña, Francia, Italia y Rusia. En 1915, el ataque de un submarino alemán a un buque de pasajeros británico causó la muerte de 120 ciudadanos estadounidenses; dos años después, EE UU había entrado también en la guerra.
Las semillas de acritud y humillación que más tarde darían lugar a la Segunda Guerra Mundial se sembraron en las condiciones de paz de la Primera Guerra Mundial. Rusia, paralizada por la revolución, aceptó de Alemania unos términos de paz ignominiosos, y esta, destruido su ejército, al borde de la revolución y atrapada entre la monarquía y la democracia moderna, firmó el Tratado de Versalles (1919), que la hacía responsable de las pérdidas sufridas por sus enemigos. Se retrajeron sus fronteras y se vio obligada a afrontar elevadas compensaciones económicas. Para facilitar las negociaciones, se nombró un canciller que por primera vez debía responder ante el parlamento. En 1919, un motín de marineros en el bullicioso puerto de Kiel desencadenó una revuelta obrera y una revolución en Berlín, amargo fin del emperador alemán, que abdicó del trono y huyó a los Países Bajos.