EL OBJETIVO DE BISMARCK
La creación de una Alemania unificada con Prusia al mando era la gloriosa ambición de Otto von Bismarck (1815-1898), ex miembro de la asamblea legislativa (Reichstag) y primer ministro prusiano. Bismark, militar de la vieja guardia, se sirvió de complejas artimañas diplomáticas y de una serie de guerras con las vecinas Dinamarca y Francia para lograr sus objetivos. En 1871 se unificó Alemania (más tarde que la mayoría de los países europeos) y Berlín se convirtió en la orgullosa capital del mayor estado de Europa occidental. Por aquel entonces, Alemania se extendía desde Memel (Klaipėda en la actual Lituania) hasta la frontera holandesa, e incluía Alsacia-Lorena (al suroeste) y Silesia (al sureste) en las actuales Francia y Polonia, respectivamente. El 18 de enero de 1871, en Versalles, el rey prusiano fue coronado emperador de un estado bicameral con una monarquía constitucional, y Bismarck se convirtió en suCanciller de Hierro. En el nuevo estado, solo podían votar los hombres, y el negro, el blanco y el rojo pasaron a ser los colores nacionales.
El poder de Bismarck se basaba en el apoyo de los comerciantes y de los junker,clase aristocrática prusiana formada por terratenientes sin título nobiliario. Otto, habilidoso diplomático y mediador político, alcanzó muchos de sus objetivos con el falso rostro de Honrado Otto, que le permitió amañar tratos entre potencias europeas y fomentar la vanidad colonial para distraer al resto de sus propias acciones. Después de 1880, obsequió tardíamente al imperio de Guillermo I con la adquisición de valiosas colonias en África central, suroccidental y oriental, además de numerosos paraísos en el Pacífico, como las islas Tonga, donde el príncipe prusiano podría un día, ya fatigado, quitarse el casco de acero y tumbarse al sol.
Bajo presión y en contra de su verdadera naturaleza, Bismarck hizo algunas concesiones al creciente y cada vez más antagónico movimiento socialista, y puso en marcha las primeras reformas sociales modernas de Alemania.
Hacia 1888, la nación se vio de pronto gobernada por un nuevo emperador, Guillermo II, dispuesto a ampliar la reforma social, y un Canciller de Hierro empeñado en promulgar leyes anti-socialistas más estrictas. Dos años después, la poderosa mano imperial se deshizo de Bismarck y, tras desenmarañar la brillante diplomacia heredada de este, Alemania, rica, unificada e industrialmente poderosa, se adentró en el nuevo siglo liderada por incompetentes.