top of page

EL REINO FRANCO

El reino franco, asentado en la orilla occidental del Rin, se convirtió en el principal poder político europeo durante la Edad Media. Esto se debió en parte al rey merovingio Clodoveo [482-511], que unificó las diversas poblaciones. En su época de máximo apogeo, el reino franco llegó a comprender Francia, Alemania, los Países Bajos y la mitad de la península italiana. Algunos misioneros como san Bonifacio (675-754), considerado el padre del cristianismo alemán, cruzaron el Rin para convertir a los paganos.


Cuando en el s. VII estallaron las luchas entre los clanes aristocráticos, los merovingios fueron reemplazados por los carolingios, que introdujeron la estructura jerárquica de la Iglesia. Kloster Lorsch, hoy Hesse, es una extraordinaria reliquia de aquella época. Desde su grandiosa residencia en Aquisgrán, Carlomagno [768-814], el rey más importante de la monarquía franca, conquistó Lombardía, se apropió de parte de Baviera, sostuvo una guerra de 30 años contra los sajones del norte y fue coronado emperador por el Papa en el 800. Las tornas cambiaron en el s. IX, cuando los ataques de los daneses, los sarracenos y los magiares generaron el caos en la porción oriental del imperio de Carlomagno del que surgieron cuatro ducados dominantes: Baviera, Franconia, Suevia y Sajonia.


El entierro de Carlomagno en la catedral de Aquisgrán convirtió la que fuera capilla de la corte en un importante lugar de peregrinaje (hasta la fecha). El Tratado de Verdún (843) provocó la progresiva división del reino, y cuando Luis el Niño [900-911], nieto del hermano de Carlomagno, murió sin descendencia, los ducados francos del este (es decir, los alemanes) eligieron un rey entre los suyos. Así nació el primer monarca alemán.


En 1165, año de la canonización de Carlomagno, se le otorgaron sus derechos de libertad. Entretanto, Enrique el León, güelfo con especial interés en Sajonia y Baviera, extendió su influencia hacia el este mediante campañas destinadas a germanizar y convertir a los eslavos que poblaban buena parte de la actual Alemania oriental, donde hoy en día aún puede encontrarse una minoría eslava, los sorbios, asentados en la región de Spreewald. Enrique, que estaba bien relacionado (su segunda esposa inglesa, Matilde, era la hermana de Ricardo Corazón de León), no sólo fundó Braunschweig (donde yace actualmente su tumba), sino también Munich, Lübeck y Lüneburg. En su momento de mayor apogeo, su reino se extendía desde el norte y las costas bálticas hasta los Alpes, y desde Westfalia hasta Pomerania (en Polonia).


El reino ganó territorio al este y en Italia, pero pronto se desmembró como consecuencia de muertes prematuras, disputas entre los aspirantes güelfos al trono y Hohenstaufen, y la elección de un rey y un anti-rey respaldado por el Papa. En aquella época, los reyes los elegían los Kurfürsten (príncipes electores) pero era el Papa quien los coronaba emperadores, sistema que convertía a los emperadores en lacayos remisos. En 1245, el reino se vio sumido en el llamado Gran Interregnum o Época Terrible, en que el papa Inocencio IV depuso a su propio emperador, se multiplicaron los reyes y la autoridad central se desmoronó.


Aunque el reino central era ya solo una sombra de su antiguo poderío, la expansión hacia el este no se vio afectada en absoluto. A mediados del s. XII, las tierras situadas al este del río Oder (actualmente la frontera oriental de Alemania) fueron ocupadas por campesinos y ciudadanos alemanes. En el s. XIII, los caballeros teutones siguieron avanzando hacia el este, levantando a su paso ciudades fortaleza como Königsberg (hoy Kaliningrado). En su momento de máximo apogeo, el estado unificado de los caballeros se extendía desde el Oder hasta Estonia. Más adelante, en el s. XVII, una franja considerable de estas tierras se convertiría en parte de Brandeburgo-Prusia.



Featured Review
Tag Cloud
No hay etiquetas aún.
bottom of page